El funeral fue tan patético 
que decidió sacudirse el polvo 
y seguirle vivo. 


Al primer capitulo lo tuve que matar porque me ocurrió aquello que sucede cuando estas totalmente convencido de que quieres ir a ver una película y te ves inmerso en múltiples protocolos sociales para gestionar la posibilidad de encontrarte sentado, bañado en negro esperando a que salga la luz. 
Primero, ante la experiencia de un pequeño ejercicio religioso, tienes fe de que en algún momento aparezca. Después, te aferras como buen capitalista a la idea de hacer rendir tus centavos: Si haz pagado por ver, ahora que Dios se presente y te entretenga con inicio, desarrollo y desenlace. 

Mal acumulados los minutos en la pantalla, al irse develando el contenido soso y ambiguo sobre los personajes, empece a vivir lo que bien podría ser una de las mayores pesadillas de Hiroshi Sugimoto: Una pantalla que no acumula y vomita la idea de seguir negociando con el sin sentido que ofrece una mala película, un mal planteamiento, una promesa insuficiente.  

Tras perder total interés en la trama, durante estos días de pausa me fui acercando a los temas más próximos para encontrar nuevos mapas de atracción: La luz y la oscuridad, los tipos de imagen, su relación con el sonido, el publico y su comportamiento ante las circunstancias, arquitecturas y esquemas culturales, la imagen fija, los dispositivos de captura y reproducción, el capitalismo, la política, la sociedad, el entretenimiento y por supuesto: 
El sexo. 

El panorama es amplio y la historia simple: una ves fuimos un blog de música. 
Ahora, aburridos por la primer línea establecida, como un apartado más dentro de la gama de relatos eróticos vamos a funcionar desde la perspectiva de quien va al cine, compra su combo y se dedica a tocar a su novia durante la película. 

Aquí un primer ejercicio:  


No.1 - Ando tan caliente, que me voy a tirar al piso para que mínimo el diablo me la chupe.





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